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La cruz de fuego

Cierto día fui de paseo a uno de esos lugares que les nombran "pueblos mágicos", donde las calles son limpias y están pavimentadas con piedras de río; las casas son de uno o dos pisos, con arquitectura similar entre ellas a modo que los contrastes sean discretos, resaltaban los típicos tejados rojizos, las piedras de cantera en las fachadas, los patios albergaban plantas de grandes hojas verdes y las flores adornaban los exteriores. Era común también observar cocheras enormes y un pequeño jardín. Aún así, los pobladores poseían gran humildad y valores, los centros de diversión constaban de parques, kioskos, una cancha de futbol y una gran fuente que hacía de glorieta, ahí me detuve un momento. El clima era caluroso, no había ninguna nube en el cielo, sumergí una de mis manos en el agua limpia que caía desde lo alto de la fuente y llevé un poco del preciado líquido a mi rostro para refrescarme. Repetí la operación una vez más y exhalé un largo suspiro de satisfacción. De momen